Dejar la piel
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Dejar la piel
Me pica la cesárea los días de humedad. Como una vaca tengo la carne marcada y me rasco para rascarte un poco. Es como si rascara tu cuello para hacerte cosquillas y de tu boca saliera el zurcido sello de un nacimiento.
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Podría ser peor
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Podría ser peor
Contratapa de Charlotte von Mess Podría ser peor, ¿que qué? Las sillas frías de Nadia Sapag se interponen (como pura cepa brava constructora destinada como sempiterna y llamativa escarcha primaveral) con los que no hacen nada en oposición a ella tifón con poros repletos de oro líquido pero liviana como el talco. Nadia, la pequeña mezcla explosiva con aura arrecife de un coral golpe sordino: Mu, la nada. El extravío, la vaca sagrada latinoamericana que cabriolea en una fogata con las cholas mientras se le queman los rulos en éxtasis brujo. Esa Nadia. Sigue adelante, no puede detenerse ante una oración o una coma. Allá, allá, allá más lejos. Nadia deja el halo de lo que fue hace segundos presente con su ausencia, ante el estupor de los otros de haber presenciado lo increíble en ella.
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Poesía completa
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Poesía completa
Maricela me obsequió un libro de Minerva Reynosa ella no obsequia más que libros de otros autores me pareció entenderle decir que José Kozer no regalaba sus libros porque con eso alimenta a su familia con la poesía se alimenta la feria estaba llena de libros si no se vendieran o intercambiaran por algo de valor aunque sea simbólico no se editarían más el festival mueve dinero los talleres literarios, los doctorados, todo mueve dinero a cada poeta le llegarán migajas pero no debe subestimarlas de migaja más migaja se arma un sabroso pan
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Relámpago en la sangre
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Relámpago en la sangre
Contratapa de Andrea Marone “Sabe que vivir / no es andar hacia adelante / sino hundirse en lo profundo.” Una lectura que nos invita a replicar este movimiento de sumergirse, de complejizar la realidad donde florece la controversia como planta carnívora, en su bestial y lujuriosa anatomía: el hambre, la desesperación, la condición que dispone un orden plagado de injusticias: “la vida / que a unos les quema / a otros nos arde”. Los poemas, caladuras en la herida, se entierran con su estaca de madera artesanal en el centro del pecho conformista “para nuestros niños tristes / la compasión y los arrullos serán siempre insuficientes”. La voz construida desde el desamparo tiene agilidad y vigor lingüístico, es capaz de hallar las imágenes más conmovedoras en plena desolación: “Cuando uno coincide con la mirada del caballo herido / ésta atraviesa la piel (…)”. El lenguaje se constituye como esa columna vertebral que sostiene al cuerpo hambreado. Cuerpo que, como la muerte, iguala, contundente en su capacidad de albergar una memoria que nos auxilia. Entonces, cuando parece que ya no queda luz en el horizonte de posibilidades, exclama “aférrate a la vida como si valiera todos sus dolores (…)”.
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Una casa de agua
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Una casa de agua
En mis lágrimas había una casa. Una casa de agua. Pasaba por la entrada tocando las ligustrinas. El rosal parecía una garita de vírgen. La puerta de entrada craquelada por el sol hinchada por la lluvia. Era una mala bienvenida. La casa no era un lugar adonde llegar sino un lugar para irse.
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